lunes, 25 de octubre de 2010

Down with love: Arriba la alegría



Intersección entre cine y burbujas


Título original: Down with love
EE.UU., 2003

Director:Peyton Reed
Guión: Eve Alhert y Dennis Drake
Con Reneé Zellweger y Ewan Mc.Gregor

¿Por qué las comedias tienen que arrastrar el mote de livianas y pasatistas? Es como si a muchos críticos de cine (y a simples espectadores también) les avergonzara decir que disfrutaron una comedia. Como si hubiera dos categorías de películas: las “serias” y las “livianas”. Dentro de las primeras por supuesto encuadran los dramas, las películas de denuncia y los policiales. Las comedias y los films de aventuras o de terror están condenados de antemano a los comentarios del tipo “para pasar el rato” o “una comedia alegre para el que busca pasar un momento agradable” o “para los amantes del género”. Sin embargo, las comedias no sólo están a la altura de los dramas, sino que están por encima. Y les voy a decir por qué: Las comedias no tienen por qué hacerme reir (aunque algunas lo hagan). Porque no es eso lo que las define.

A mí las comedias me hacen más feliz. me alinean con el resto del Universo, y muchas veces dicen cosas mucho más profundas que la más seria de las películas de denuncia. Hubo obras maestras del cine dentro del género: Una Eva y dos Adanes (y todas las de Billy Wilder), las screwball comedies de los años 30 y 40, las de los Hermanos Marx, las de Jacques Tati. Más cerca del presente: Cuando Harry conoció a Sally, Tienes un email, Sleepless in Seattle, La Boda de mi Mejor Amigo, Agárrame si puedes. Las comedias me mejoran el ánimo, me dejan pensando, me instalan una música en la cabeza y me enamoran. Me encanta la sutileza de los actores de comedia clásica más que las mascaradas. Cary Grant más que Jim Carrey. Pero bueno, el tema de la comedia como género da para más de una entrada de blog en sí misma.

Pasemos a Down with Love: Se ha dicho de ella que recrea al pie de la letra las comedias de Doris Day y Rock Hudson y se la ha comparado con el film dramático Far from Heaven (Tod Haynes) . Pero lo único que comparte con él es la obsesión formal por la recreación exacta de la época y de la textura del film. Ambas películas nos retrotraen a una época pasada no sólo por los escenarios o el vestuario, sino por la misma manera de estar filmadas: los colores, los planos, los registros, los títulos. Buscan recrear las sensaciones de esa época desde lo formal y llevan el mote de “posmodernas”, precisamente por este afán de revisitar el pasado con ironía. Sin embargo las críticas de Far from Heaven fueron casi unánimemente excelentes, y las de Down with love la condenan a lo sumo a este lugar de “comedia deliciosa para pasar el rato”.

Por mi parte, encuentro más parecidos con las comedias de los años 30, en los que la batalla de los sexos era el tema (recordemos películas como The Awful Truth, Historias de Filadelfia y La Adorable Revoltosa). En estas películas, previas a la Segunda Guerra Mundial, la mujer buscaba un lugar de igualdad con el hombre, la profesión tenía un papel importante como valor a defender, y la familia no era el único lugar adecuado para la realización femenina. La contraparte perfecta de Cary Grant era Katherine Hepburn.

En Down with Love, Bárbara Novak, el personaje encarnado por Renee Zellweger, es una escritora feminista cuyo primer libro es un éxito de ventas que brinda a las mujeres la llave para la liberación inmediata, y está osando cambiar el orden establecido entre los sexos. En el camino al éxito de Barbara se interpondrá Catcher Block (Ewan McGregor), un periodista mujeriego que buscará destruir el éxito de Novak demostrando que él es capaz de enamorar a la escritora, quien ha declarado que la liberación femenina pasa por la realización personal en el trabajo y el evitar enamorarse, propiciando el sexo casual, tal como –según su visión- lo ejercitan los hombres.

Cuando los enredos van in crescendo y uno empieza a preguntarse cómo hará el guión para salir airoso sin herir susceptibilidades ni caer en lugares comunes, luego de meterse en un tema tan sensible, pega una vuelta más, se enreda otro poco y comienza a desenredarse en un modo brillante e inverosímil. Pero toda la película lo es, así que ... ¿cuál es el problema? ¿Quién dijo que la verosimilitud debe ser un valor?

Zellweger aún no tenía pegado en la cara el mohín que luego caracterizó su sonrisa, mientras que Ewan McGregor se luce en el narcisismo orgulloso de su personaje. Están fantásticos la escenografía, el vestuario, los colores y el tono con el que está tratada la historia, que la vuelven un deleite para los sentidos y el espíritu, como una rica torta de chocolate y dulce de leche, con el mismo sabor que tenía en la infancia, de esas que se disfrutan de comienzo a fin porque son puro deleite.

Para ver sin prejuicios, en un estado virgen del alma.

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