jueves, 28 de octubre de 2010

La presentación de Whisky Romeo Zulú en el 6º BAFICI. Apuntes sobre la irresponsabilidad de algunos juicios.


Intersecciones entre cine y política


Ví “Whisky Romeo Zulú” en su preestreno durante la 6ª edición del BAFICI (Festival de Cine Independiente de Buenos Aires), en 2004. Su director (de la película, no del Festival), Enrique Piñeyro, es aquel ex-piloto de LAPA que tuvo bastante difusión en los medios de comunicación cuando sucedió la tragedia del avión de Aeroparque en 1999, por haber sido el autor de un memorandum que había elevado tiempo atrás a las autoridades de la empresa, alertando sobre las fallas en los sistemas de mantenimiento y de seguridad y advirtiendo sobre lo que consideraba la inminencia de un accidente. Desgraciadamente el accidente ocurrió, y la película ilumina a través de los meses inmediatamente anteriores a la tragedia, la vida de Piñeyro , su soledad y su obsesión por hacer oir sus alertas en un medio kafkiano, regido por leyes argentinas y controlado por entes argentinos. Luego de esta película Piñeyro realizó Fuerza Aérea S.A. (2006), y recientemente, El Rati Horror Show.

Me interesa aquí hacer una digresión para explicar el por qué de la inclusión de esta crítica, en este blog, que se trata de Intersecciones en el cine. WRZ tiene muchas. En primer lugar, intersección entre cine y denuncia, algo en lo que Enrique Piñeyro encontró su foco: En sus dos primeras películas, interpelando a un subsistema, el de la aeronavegación argentina y las causas que por acción u omisión, generarían una tragedia, mientras que en su más reciente estreno, El Rati HS, se mete con el sistema judicial y un caso de injusta condena. Encuentra así en el cine un amplificador de su voz gritando contra la soberbia, la ineptitud, la corrupción y la injusticia. Pero volvamos a las intersecciones: En segundo lugar, intersección entre cine y política, porque en el fondo, las causas de estos emergentes con resultados desastrosos que cada tanto enlutan a nuestra sociedad, son políticas, aunque no en el sentido de echar culpas al poder ejecutivo de turno (sea Ibarra, Macri, o Menem) sino en un sentido más profundo: pensar la política como la actividad que genera expectativas, debate opiniones y luego alinea voluntades para emprender acciones con impacto social. En ese sentido, la política es más –y también menos- que las campañas, los fondos, o las discusiones parlamentarias.

En tercer lugar, intersección entre cine y ética, pero eso será motivo de otra entrada.

Era la primera vez que se proyectaba la película y fue presentada por Eduardo Antín (Quintín), por entonces el director del BAFICI, y por el mismo Enrique Piñeyro, quien además de escribirla y dirigirla, es también el protagonista, en un triple juego de autorretrato en el que significado (persona real), significante (personaje) y emisor (actor) son la misma persona.

Podría decirse que el tono general de muchas de las películas seleccionadas en el Festival de Buenos Aires es más bien monocorde, poco gestual, sin historias, casi minimalista y sin mensajes explícitos. La película de Piñeyro no es nada de ésto. Para empezar, narra una historia, y además, tiene un mensaje. Quintín inició la presentación con dos frases a mi juicio poco felices: Primero dijo que era la película más “popular” y menos “de autor” de todo el festival. Decir ésto en el marco del BAFICI , creanme, no es precisamente un elogio (estaba presente Piñeyro mismo en el escenario) y no sonó como tal sino más bien como la introducción a una disculpa: “¿Por qué está entonces el BAFICI presentando esta película?” podría ser la relectura. “Porque el director nos está queriendo decir algo con ella, -agregó Quintín-, en un momento en que los mensajes están desacreditados”. Lo que me molestó de esta frase fue escucharla de labios de alguien que desde su labor de crítico cinematográfico, había bregado contra ese tipo de paradigmas, que suelen tener muchos otros críticos cuando piensan que si la película es popular, mainstream o americana, es mala, y que por el contrario, si es francesa, iraní, lenta o incomprensible, es buena.

La segunda frase desafortunada a mi modo de ver, fue que el film era un retrato de la manera de actuar del empresariado (capitalista) argentino. En síntesis, parecía decir el presentador, la película no vale nada como obra de arte, pero nos dice que los empresarios argentinos tienen la culpa de todo, y por éso está aquí en el Festival. Por la ideología que Quintín cree ver y no por la forma. Esta afirmación que atribuye los comportamientos inescrupulosos, suicidas y asesinos de un management en particular de una compañìa en particular, a todo el empresariado argentino, hace gala de un simplismo más digno de una charla de café entre amigos poco letrados que de un intelectual como él. Mucha tinta corrió tratando de explicar las causas de la crisis argentina, pero ese mismo simplismo adulador de masas que resulta tanto más atractivo cuanto más sencillo y carente de prueba empírica suficiente, es el que proclama hoy el oficialismo político, al demonizar a los capitalistas en general (salvo a los amigos), sin hacer distinción mayor que ésa. Puesto que no hay economía capitalista sin capitales, la afirmación de Quintín equivale a una postura zonzamente revolucionaria, es como decir que la culpa de que el ahorcado se muera es de la ley de gravedad y no de quienes sacan el banco de abajo de sus pies. Es políticamente correcto favorecer a los microemprendimientos, darles muy poco dinero a los muy pobres para que salgan de la pobreza. Pero no lo es favorecer a esos mismos emprededores cuando crecen. ¿Hasta cuando está bien crecer con una empresa? ¿Sólo la primera generación? ¿La segunda ya no?(¿Será esta lectura la del gobierno cuando se alía con Macri padre en desmedro de Macri hijo?) ¿Y qué decir de la tercera? ¿Por qué en la Argentina está bien visto ser emprendedor y mal visto ser empresario? ¿En qué momento se traspasa la frontera entre uno y otro? ¿Cuáles son los límites?
Así como no es cierto que una pelicula sea mala sólo por el hecho de ser producida por Hollywood, y mucho menos que todas las películas producidas por Hollywood lo sean, tampoco lo es que un empresario por crecer y porque le vaya bien, sea corrupto, ni que todos los empresarios lo sean. El mismo error de razonamiento inductivo que en su momento encarnó la frase “algo habrán hecho” y que quedó en la memoria como símbolo de aquellos que justificaban desde la tribuna el terrorismo de estado, presuponiendo que si a las víctimas les había tocado esa suerte, algo tendrían que ver. Esa lógica inferencial que generaliza el juicio de culpable llevándolo de uno o unos individuos enfermos a toda una clase, sector, país, etc., y justifica luego a través de ello acciones sobre toda ese subsistema, es el que se aplica cuando se infiere de un empresario irresponsable, la irresponsabilidad de todo el empresariado. No es una actitud inocente, ni carente de consecuencias para el país en el largo plazo.

Sirva toda esta introducción como marco de análisis. Hablaremos sobre los méritos cinematográficos de la película en la próxima entrada.

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